Crónica de la ruta senderista por las Barrancas de Burujón (Toledo)
Pilar Monescillo Castellanos
La
cita el domingo 21 de Abril de 2017, 8 de la mañana. Me sorprende la lluvia de
camino al punto de encuentro. Una treintena de caminantes conocidos nos
saludamos animados y cómplices de que el día que vamos a compartir será muy
grato.
En
esta ocasión ponemos rumbo dirección Norte, dentro nuestra comunidad autónoma de
Castilla la Mancha hacia la vecina provincia de Toledo, no sin antes recoger ya
sin lluvia, a los senderistas que se unen al grupo en Ciudad Real.
Tras
dos horas de viaje avistamos la Ciudad Imperial, siempre vigilante el Alcázar y
discreta la torre de la Catedral, el Tajo la protege al tiempo que la abraza.
La dejamos atrás para, después de recorrer unos 20 Km., llegar al destino, las
Barrancas de Castrejón y Calaña. En octubre de 2010 fue ordenada como Monumento
Natural bajo el nombre de “Barrancas de Castrejón y Calaña” sita entre los
municipios de Albarreal de Tajo, La Puebla de Montalbán y Burujón, aunque se
conocen más como Barrancas de Burujón por la proximidad a esta localidad.
Antes
de comenzar la ruta, tomamos fuerzas con un buen desayuno en el establecimiento
situado en la zona de parking e inicio del camino. Nos despojamos de ropas
invernales, ya que a esta hora comienza el calor. El cielo está claro, no se
avistan nubes, nos calamos las gorras y sombreros para protegernos del sol,
preparamos cámaras fotográficas para llevarnos como recuerdo el legado de la naturaleza.
Tras
recorrer un par de kilómetros de siembras, olivos y almendros, la planicie se
rompe a nuestros pies mostrándonos un conjunto de cortados y cárcavas de color
rojizo de más de 25 millones de años, modelado a lo largo de siglos por la
erosión del viento, el agua de lluvia y el cauce del río Tajo.
Esta
primera vista me trae a la mente las formas y el color del Gran Cañón del
Colorado, donde viajé hace un par de años.
La
similitud espectacular de la naturaleza de estos lugares, llevó a Coca Cola a
rodar un anuncio publicitario sacando del anonimato un paraje desconocido. Lo
que para muchos parecía el Gran Cañón resultaba estar en Toledo.
Los
cortados se extienden aproximadamente sobre un kilómetro de longitud, sobresale
el pico Cambrón, que
supera los cien metros de altura. A los pies de las Barrancas se
encuentra el embalse de Castrejón, el agua serena aparece moteada de pequeños grupos de
vegetación que sobresalen del agua.
El
recorrido transcurre al borde de las barrancas por una senda ecológica de 4 Km, protegido por barandillas
y miradores en varios puntos de interés, en ellos se encuentran paneles
informativos de las Barrancas, embalse, flora y fauna.
Las
Barrancas de Burujón, además de un paisaje espectacular, es también reserva de
aves. Anidan numerosas especies: águila perdicera, búho real, garza real, cigüeñas, cormoranes, ánades,
sisones, martinetes, alcaravanes o mochuelos.
Los
agujeros de las cárcavas así como la vegetación que emerge de la laguna
resultan perfectos para la vida animal. También hay mamíferos como jinetas y
gatos monteses, conejos y liebres.
Encontramos
una buena vegetación al fondo de la barranca, con olmos, fresnos, chopos y alisos,
y al borde de la senda, vegetación silvestre como amapolas, margaritas y plantas de cáñamo con
la espiga ya granada y dorada, no
encontrando ningún árbol de sombra durante el recorrido.
Volvemos
al punto de inicio bien entrado el mediodía, con mucho calor pero con las expectativas de la ruta satisfechas,
y presto a tomar un aperitivo fresquito
previo a una buena paella preparada con todo el cariño de la abuela de los propietarios
del bar.
Paella
muy rica, bien condimentada y aderezada, regada con una copita de vino, al
resguardo en la sombra para mitigar el calor, nos ha sabido a gloria, alguno/a
ha echado una cabezada.
Para
completar el día nos dirigimos al pueblo de Guadamur (río de paso), bautizada
así por los árabes.
Un
castillo-palacio destaca kilómetros antes de llegar, el castillo de Guadamur,
erigido por el conde de Fuensalida en el cerro de la Natividad. En sus muros y
torres podemos ver los escudos de los López de Ayala, condes de Fuensalida.
Una
joya de arquitectura militar que se levanta sobre las ruinas de una fortaleza
árabe. Construido en el siglo XV, visitaron y habitaron el Castillo ilustres
personajes como la reina Juana y Felipe I, Carlos V y el enérgico Cardenal
Cisneros.
La
ermita de Nuestra Señora de la Natividad, de estilo mudéjar toledano (siglo XV)
que en su interior acoge un cuadro de estilo bizantino que representa a Santa
Ana y la Virgen Niña. Y una reproducción de las coronas visigodas (Rey Recesvinto 653–672) encontradas en el
término municipal, en el tesoro de Guarrazar.
Algunos
compañeros terminamos en la Plaza de Recesvinto, al reguardo del intenso calor
del final de la tarde saboreando un helado, disfrutando de la calma y confianza
que da la vida en un pequeño pueblo, donde los niños juegan, se relacionan y
compran chuches sin presiones y así… recordando y disfrutando las risas de esos
niños, toca volver a casa y poner punto final
a un bonito día.
Hasta
la próxima ruta compañeros del camino, seguid disfrutando la vida.
Fotografías: Vicente Luchena