Fotos: Vicente Luchena
Crónica de la ruta:
Nos
preparamos para realizar la ruta tomando el preceptivo desayuno en un bar de
carretera, próximo al punto de comienzo de la marcha (los más atrevidos no se
cortaron de añadir una especie de zurrapa a la tostada, que para eso estábamos
en tierras andaluzas); la mañana se presentaba ideal para el senderismo: cielo
despejado, temperatura suave… y amigos, antiguos y nuevos, para hacer aún más
agradable este paseo por la Sierra Morena cordobesa, bellísimos parajes que ya
conocieron el paso de las más antiguas civilizaciones que, para disfrutarlos o
para explotarlos, dejaron aquí su huella en forma de fuentes, calzadas, baños,
alcubillas, molinos, minas, acueductos, martinetes… todo ello rodeado, a veces,
incluso abrazado por densos bosques de alcornoques, encinas, pinos, brezos,
madroños, y olivos, como también por bosques de galería cubriendo los ríos y
arroyos: alisos, olmos, avellanos, castaños, sauces, durillos, helechos,
mimbreras, jazmines y parras silvestres, zarzales, rosales silvestres, ruscos…
Emprendemos
la ruta por un camino flanqueado por sendos muretes de piedra que después de un
trecho desaparecen y dejan apreciar el terreno adehesado, con buenos ejemplares
de pinos, alcornoques y encinas: la primera parada es en la Fuente del Elefante, restos del baño de
una finca de recreo de época califal, tristemente dejada arruinar (el elefante
ya no está) y que sólo conserva la fuente y parte del acueducto romano de
Valdepuentes, que en las épocas romana y árabe suministró agua a las ciudades
de Córdoba y de Medina Azahara.
Continuamos
la marcha por el camino que nos llevará al Primer
Venero del Arroyo Bejarano (de Béjar, lugar de origen de un fabricante de
paños que aquí se instaló, en el edificio de un antiguo eremitorio), lugar
tranquilo y de aguas susurrantes, con la captación del acuífero y el inicio del
citado acueducto. El sendero nos lleva ahora junto al arroyo, permitiéndonos
disfrutar del frescor y de la vista de un magnífico bosque de galería; a lo
largo de su curso observamos restos de antiguas presas y conducciones de agua
para los molinos y martinetes que se encontraban en sus orillas y cuyas ruinas
también se pueden apreciar a cada trecho del camino (los martinetes servían
tanto para batir paños como para triturar el mineral de cobre que se extraía de
las minas).
El
paseo nos acerca a los restos de una calzada
romana, construida para poder dar salida al mineral de las minas de la
zona, y a las bocas de las minas, explotadas
como ya he señalado desde tiempos de los romanos para extraer cobre y oro. Un
poco más adelante, el arroyo se une al Río
Guadiato, casi en el mismo espacio que lo hacen el Arroyo del Coronel y el Arroyo
del Molino, formando una amplia y hermosísima tabla –la Tabla de la Aldea- rodeada de una
magnífica y altísima vegetación de ribera (imponentes fresnos) y salpicada de
numerosos restos del paso de los humanos por este lugar, pero ahora muchísimo
más modernos, léase bolsas de plástico, cartones, restos de alimentos, envases,
basuras de todo tipo… Impresiona, decepciona e irrita contemplar como la
desidia y mala educación de las personas (¿?) que bajan a disfrutar de este
rincón haya logrado contaminarlo hasta el punto de estar deseando salir del
lugar, que hasta ahora nos parecía idílico. Por cierto, ¿la guardería fluvial
no pasa por aquí?
Abandonamos
la tabla subiendo por el curso del Arroyo
del Molino y nos volvemos a encontrar restos de antiguas presas y
conducciones de aguas para aprovechar la energía de ésta en molinos como el del
Molinillo, cuyas ruinas contemplamos
junto al arroyo y la senda; un poco más arriba, un pequeño salto del agua del
arroyo da lugar a una piscina natural, conocida como los Baños de Popea (¿a quién se le ocurriría bautizarlos con el nombre
de la amante y después esposa de Nerón?). Volvemos a encontrar abundantes
restos del paso reciente de humanos por el lugar, acaba la senda y comienza un
carril, a veces flanqueado de urbanizaciones, para terminar la ruta con la
llegada a Santa María de Trassierra,
pequeña localidad serrana que ofrece dos datos históricos relevantes: aquí
conoció Cristóbal Colón a su amante Beatriz Enríquez, madre de su segundo hijo,
Hernando, y aquí acabó sus días como párroco, en la mayor pobreza, el célebre
poeta don Luis de Góngora y Argote.
Tras
la comida, esta vez compartiendo mesa de restaurante con los compañeros de
senderismo, decidimos completar la jornada con un paseo por la ciudad de
Córdoba: Convento-Palacio de la Merced (Diputación Provincial), paseo de Colón,
Torre de la Marmuerta, Barrio de Santa Marina (el barrio de los toreros:
Guerrita, Lagartijo, Machaquito, Manolete…), Cristo de los Faroles, Templo
Romano, Plaza de la Corredera, Plaza del Potro,… y un helado junto a la ribera
del Guadalquivir para rematar un día de senderismo con los amigos en un lugar
privilegiado.
Manuel Mohedano Herrero
Ecologistas
en Acción-Valle de Alcudia
Punto de inicio de la ruta:
Camino del Caño:
Foto antigua de la Fuente del Elefante:
Fuente del Elefante en la actualidad:
Chorrera del Primer Venero del Bejarano:
Arroyo del Bejarano:
Calzada romana:
Borde de la calzada romana:
Antiguas minas de cobre y oro:
Río Guadiato:
Acueducto junto al Molino del Molinillo:
Cruzando el Arroyo del Molino:
Baños de Popea:
Paseo urbano interpretativo por la ciudad de Córdoba. Palacio de la Merced, sede de la Diputación Provincial:
Monumento a la mujer cordobesa:
Torre de la Malmuerta:
Plaza de la Lagunilla:
Iglesia de Santa Marina:
Plaza del Conde de Priego:
Cuesta del Bailío:
Cristo de los Faroles:
Plaza de la Corredera:
Plaza del Potro: