Crónica de la
visita al Palacio de Moratalla y al Parque
Natural Sierra de Hornachuelos (Córdoba)
Rosario del Pozo Izquierdo
A
las 7’30 es la hora de salida de nuestro autobús, con su conductor, y ya amigo,
Teo, a los mandos. Es un momento de reencuentro con muchos conocidos
senderistas (ya muchos somos amigos), amantes de transitar por los caminos.
Esta vez la ruta tiene como objetivo visitar el palacio Moratalla y hacer uno
de los senderos del Parque Natural Sierra de Hornachuelos en la provincia de
Córdoba, por lo que será una jornada más cultural y un poco menos caminera.
El
día en Puertollano amanece primaveral y despejado. Iniciamos el viaje por la
carretera nacional 420 con algunos tramos de niebla y pasado Córdoba
continuamos por la A-431 en dirección a nuestra ruta. Alrededor de las 10 horas
de la mañana hacemos un alto en el camino para tomar ese desayuno tan esperado
por la mayoría de los senderistas. Paramos en un bar muy cercano a la localidad
de Posadas, con buenas tostadas y ese estupendo tomate y jamón picadito, además
de otros complementos que cada cual elige a su gusto.
Reiniciamos
el camino para que, media hora después, el autobús se adentrase en un camino
estrecho flanqueado por grandiosos ejemplares de plátanos de sombra y rodeado
de campos de naranjos. Al final del mismo llegamos a nuestro primer destino que
es el Palacio Moratalla. El palacio y los jardines tienen de extensión ocho
hectáreas y conforman uno de los parajes más singulares de Andalucía, que se
encuentran en la finca del mismo nombre en el término de Hornachuelos.
Bajamos
del autobús y esperamos a nuestra guía, Sara, que seguidamente se presenta y
que nos acompañará en todo el recorrido. Quiero hacer una mención especial para
ella, por lo didáctica y amena que fue la visita.
Comenzamos
la visita por una parte de los jardines y la Fuente del Venado, atribuida a
Mariano Benlliure y a espaldas del palacio; en estos momentos está sin agua
debido a alguna filtración, se piensa que podría utilizarse de alberca para el
riego de los árboles frutales. Seguidamente visitamos otras fuentes destacando
también la de Doña Leonor. En todas ellas hay escudos, estatuas e imágenes con
simbología que la guía relaciona con la masonería.
Los
jardines aledaños al palacio son magníficos a pesar de que estamos en los
inicios de la primavera. El porte y diseño del arbolado formando cúpulas llama
la atención de todos los visitantes que se encuentran en estos espacios.
Seguidamente
vemos la fachada principal del palacio, que consta de un cuerpo central de tres
plantas y a sus lados dos cuerpos de dos plantas que terminan en ambos
laterales con dos cuerpos de torre y mirador. Se localiza una pequeña capilla
con espadaña de dos arcos con campanas. Sobre la puerta principal están colocadas
las cadenas que rinden pleito y homenaje al entonces Rey de España. Además de
este cuerpo principal la guía nos comenta que hay otras dependencias de
distintas épocas destinadas a servicios agrícolas y ganaderos.
Este
espacio cuenta con un legado histórico que va desde época romana, pasando por
la Edad Media, especialmente el siglo XII, y va paralelo a la historia de
España hasta el siglo XX. El origen de la actual finca de Moratalla se remonta
a la época de la dominación musulmana, cuya tribu yemení de los Murad construyó
el castillo del mismo nombre, después Fernando III reconquistó esta zona bajo
la jurisdicción del Concejo de Córdoba. En los años siguientes en estas tierras
convivieron las dos comunidades, hasta la desaparición a finales del s. XIII de
los mudéjares. Se sabe que en el siglo XIX se creó la “Hacienda Moratalla” y en
ella la Yeguada Moratalla para la recuperación de la pureza y calidad de los
caballos de raza andaluza.
Este
patrimonio ha pasado por multitud de propietarios de diferente índole, lo que
aumenta su riqueza intangible. Es en el siglo XX cuando se han encontrado más
referencias, datos y curiosidades. Lo que visitamos en la actualidad se realizó
por encargo de Alfonso XIII para los Marqueses de Viana en 1914, con diseño del
arquitecto-ingeniero francés J. C. N. Forrestier, al estilo de los jardines de
Versalles. Este autor también intervino en el Parque María Luisa de Sevilla
para la Exposición Iberoamericana en 1929. Están documentadas hasta 13 visitas
del rey y su séquito, pues lo utilizaba como lugar de retiro y descanso
(monterías, jugar a polo, etc.). También se sabe que estuvo aquí el rey Alfonso
XII que fue el rey que creó el título nobiliario de El Marquesado de Viana en
1875 como premio por apoyar la restauración de la monarquía en España y se lo
concedió a Teobaldo Saavedra y Cueto primer marqués de Viana (1839-1898) que se
casó con la Marquesa Viuda de Villaseca, propietaria de Moratalla. El siguiente
marqués, José de Saavedra y Salamanca, amigo de Alfonso XIII ocuparía
importantes puestos en la Real Casa y tuvo una enemistad manifiesta con la
reina Victoria Eugenia.
Continuamos
la visita y entramos a distintas dependencias del Palacio: el zaguán empedrado
de la entrada, el patio central cubierto de rosales de pitiminí, el templete y
el pequeño jardín de mirtos perfectamente recortados haciendo múltiples formas.
Aquí nos detuvimos en el escudo azulejado de la familia y seguidamente pasamos
a las caballerizas que servirán de hotel en un futuro, a otros jardines y a la fachada
de la suite nupcial, anteriormente la casa del guarda… y por último los dos
salones más llamativos y profusamente decorados: el Salón de los Espejos y el
de Las Estrellas. En estos dos espacios hicimos bastantes fotos, la guía nos
contó el uso que tienen en la actualidad y en el de las Estrellas hicimos fotos
y vídeo de todo el grupo.
Seguidamente
salimos al exterior, nos dirigimos de nuevo a la fachada principal y recorrimos
el primer jardín, parándonos para seguidamente dirigirnos hasta el segundo que
finaliza en una magnífica verja de hierro con decoración de motivos de caza
(jabalíes) y escudo con toisones (recuerdan las visitas de los Reyes y del
príncipe de Gales) sobre la cancela central. El visitante que entre por aquí
tiene acceso al gran corredor de los jardines, con dos pasillos laterales
encuadrando esculturas y fuentes que terminan en un amplio jardín que enmarca
frontalmente al Palacio. Este es el llamado jardín francés donde los mirtos
dibujan geometrías, los surtidores, los plátanos de indias, el árbol del amor
que está floreciendo, los estanques con sus formas simbólicas (¿masonería?), los
almeces, cipreses y el templete imitando la arquitectura jónica. Cuenta Sara
que es un reclamo de eventos y gentes deseosas de pasar una estancia en ellos.
Dice nuestra guía también que los jardines y las masas arboladas que rodean al
palacio proporcionan temperaturas más suaves (de hasta cuatro grados menos) que
las propias de esta zona cordobesa.
Cuenta
la guía de nuevo, que este palacio tuvo estación de ferrocarril, pues la corte
de Madrid venía hasta aquí en tren, por lo que a pesar de que la estación era
privada, el uso se cedió para los habitantes de esta zona.
Una
de las anécdotas que nos cuenta Sara es que en 2012 fue ocupado “pacíficamente”
por el Sindicato Andaluz de Trabajadores del Campo y que el propietario no
llegó a denunciar. Sobre este hecho hay documentación escrita y remite a ella
para más información.
Seguidamente
pasamos entre los naranjos amargos y nos despedimos, pues era la hora de cierre
y a ella y a nosotros nos esperaba el vigilante para cerrar.
Cogimos
el autobús de nuevo y nos dirigimos a la localidad de Hornachuelos y de aquí al
Parque Natural Sierra de Hornachuelos. Este enclave, de casi 60.000 hectáreas,
es muy singular en Sierra Morena; se ubica en la parte meridional de Sierra
Morena Occidental, muy cerca ya de la depresión del Guadalquivir y en el
extremo oriental de la provincia de Córdoba, pues posee uno de los bosques
mediterráneos mejor conservados. Dicen que el alto grado de conservación no
está reñido con el uso de sus recursos por parte de los habitantes del entorno
y que gracias a ese equilibrio de desarrollo y conservación, a este parque se
le ha incluido dentro de la Reserva de la Biosfera Dehesas de Sierra Morena.
Aparcamos
en el espacio reservado del Centro de Visitantes Huerta del Rey y cogimos
nuestras mochilas para buscar un sitio en el área recreativa o similar y dar
cuenta de nuestras viandas. El grupo se distribuyó como quiso y seguidamente a
la sombra (pues hacía mucho sol) comenzamos a degustar nuestra variedad de
comidas y bebidas, compartiendo algunas de ellas. Como quedaba un rato hasta
las 3 de la tarde, algunos pudimos descansar un rato a la sombra de los
alcornoques y espinos blancos.
A
la llamada de Vicente nos pusimos todos en pie y comenzamos a caminar por el
sendero botánico, de 1’8 Km. de longitud. Comienza con un ascenso en zigzag y a
lo largo de este corto camino pero de una gran riqueza botánica paramos muchas
veces para que Vicente explicase los árboles y arbustos por los que pasábamos:
alcornoques con distintas épocas de descorchado (capaz de regenerarse después
de incendios), espinos blancos, acebuches, encinas, quejigos, coscojas (aquí
siempre recordamos lo que son las agallas), durillos, cornicabras … y en todos
ellos variedad de líquenes dando información de la pureza del aire y de la
orientación geográfica. Palmitos, romeros, tomillos, jaras, garbancillos,
hiniestas, lentiscos, brezales en flor, margaritas, etc. son prueba de la
abundante y espesa vegetación.
Al
ir subiendo, el sendero se culmina en el mirador de Huerta del Rey donde se
observa, además de la carretera, el contraste entre la zona transformada por el
hombre, la llamada Dehesa y las áreas en donde aún se ha respetado la vegetación
natural, el llamado Bosque Mediterráneo. En la zona de la umbría los
alcornoques, unidos a la presencia de líquenes y madroños, delatan la
existencia de condiciones de humedad más favorables.
Una
vez iniciado el descenso pasamos por la Calera de la Huerta del Rey, donde nos
explicaban que la cal, hasta épocas relativamente recientes, se empleaba para
pintura y como desinfectante. Bajando un poco más llegamos a un olivar
abandonado, que está siendo colonizado por especies autóctonas del monte
mediterráneo.
A
lo largo del sendero pudimos escuchar algunos trinos que posiblemente fuesen de
carboneros, herrerillos o petirrojos y en la distancia pudimos ver sobrevolar
alguna rapaz.
Terminamos
el recorrido en el centro de visitantes y todo el grupo se dispuso a visionar
el audiovisual del parque natural, donde pudimos aprender otras informaciones
relativas a este espacio.
Seguidamente
vimos la tienda y algunas personas pudieron comprar distintas guías, recuerdos,
etc. y todos los interesados nos trajimos un mapa y un folleto de este parque.
Alrededor
de las 5 de la tarde subimos al autobús y, de regreso, paramos en Hornachuelos
para comprar miel y otros productos de la zona derivados del corcho y de la
apicultura.
Y
ya sin más paradas regresamos a Puertollano, a donde llegamos sobre las 8’20 de
la tarde, por el mismo itinerario por el que habíamos ido, pero pudimos
comprobar que el tiempo estaba cambiando, las nubes amenazaban con volver a la
época invernal. Fue un domingo estupendo.
Fotografías: Rosario del Pozo Izquierdo