Fotografías: Vicente Luchena
Crónica de la ruta
Manuel Mohedano Herrero
Para retomar
nuestras rutas diurnas, ya en el periodo otoñal, hemos elegido el Parque
Natural de Sierra Mágina, en Jaén, no lejos de las renacentistas localidades de
Úbeda y Baeza, que cuando las recorrimos hace un par de años nos hicimos el
firme propósito de realizar alguna ruta
en esta sierra prodigiosa, que se levanta como una isla entre un mar de
olivos, uniendo el valle del Guadalquivir con la cordillera Subbética.
La ruta realizada
ha resultado de la unión de dos senderos de los muchos que se pueden efectuar
en el Parque: el Sendero del Adelfal de Cuadros y el Sendero del Caño del
Aguadero, pues ambos comienzan y finalizan en el mismo lugar: el área
recreativa de Cuadros.
Después de
desayunar en una cafetería de la localidad de Bedmar y Garcíez (así es su
nombre completo), nos encaminamos hacia la citada área recreativa dispuestos a
comenzar nuestra andadura. Tras la presentación de la ruta y oportunas
explicaciones de Vicente sobre el adelfal, cruzamos un pequeño puente sobre el
Río Cuadros y nos adentramos por la galería que forman las adelfas de uno de
los mayores, en tamaño e importancia, adelfales naturales de la Península
Ibérica. Estas plantas, que tienen una enorme capacidad de rebrote, compiten
entre ellas (y con las numerosas higueras, sauces, zarzas, cornicabras y otras
especies de ribera) por alcanzar la luz, y así llegan a sobrepasar los cinco y
seis metros de altura: por el sendero en galería sólo se pueden apreciar sus
troncos y ramas elevándose en busca de la luz, sus flores se aprecian mejor
cuando nos elevamos sobre el barranco. Conviene señalar, y así lo hizo Vicente,
que las adelfas son plantas venenosas, por lo que hay que tener cuidado en su
manipulación: se cuenta como anécdota que, durante la ocupación francesa,
algunos soldados se envenenaron por utilizar varas de adelfa para asar la
carne; otras fuentes añaden que los paisanos, intencionadamente, ofrecieron así
la carne a las tropas francesas para acabar con un buen número de ellos. A
pesar de ello, las adelfas han tenido múltiples usos a lo largo de la historia:
sus tallos se usaban para hacer cestas y otros utensilios; la madera quemada,
para fabricar pólvora; las hojas maceradas, para tratar la caspa y la caída del
cabello e, incluso, con polvo de sus hojas y tallos, se llegó a fabricar
matarratas.
El sendero va en
todo momento próximo al arroyo, llegando al primer nacimiento del río. Más
arriba, el sendero nos lleva a un segundo nacimiento, pues el río va
apareciendo y desapareciendo según las épocas del año; cuando llegamos al fin
del sendero, hay que ascender por la ladera del barranco para alcanzar un
segundo sendero que, tras cruzar de nuevo sobre el río, nos encamina en corta
ascensión hasta el carril del Sendero del Caño del Aguadero, que marca una
subida más cómoda, pero continua, y nos lleva hasta un mirador que permite
apreciar la grandiosidad de estas montañas y sus profundos barrancos: la
vegetación está formada aquí fundamentalmente por pinos salgareños, junto a
cipreses y cedros de repoblación, encinas, acacias, cornicabras… Continuando la
subida llegamos hasta la casa forestal que servía de control de acceso a la
parte más alta de la sierra, con una fuente que ahora apenas deja caer un hilo
de agua, pero con una nutrida colonia de renacuajos en su alberca: este entorno
nos impulsa a realizar una breve parada y primer tentempié de la ruta y lo que
conlleva de charla con los compañeros, intercambio de productos alimenticios,
bromas, etc.
Tras este corto
descanso, continuamos nuestra marcha por el carril, siempre en continua subida,
que nos ofrece ahora la visión de unos estratos rocosos que han quedado al
descubierto al realizar las obras de la pista forestal que estamos subiendo y
que muestran las deformaciones sufridas por la tensión entre las placas
africana y europea, que dio origen a estas sierras. Y continuamos la ascensión,
suave pero continua, hasta que llegamos a una inmensa pedriza que nos pareció
el lugar idóneo para realizar la parada correspondiente a la comida, pues
aunque ofrece unos asientos realmente incómodos, tiene una vistas
impresionantes sobre el camino que estamos subiendo, los barrancos que hemos
dejado atrás y, en la lejanía, el pueblo de Bedmar y su Serrezuela: más lejos
aún, se divisa la silueta de la localidad de Úbeda, que debe estar a casi
treinta kilómetros de distancia, lo que puede dar idea de las vistas que se
tienen desde estas alturas.
Después de comer
volvemos sobre lo andado por el carril que hemos traído de subida, pero ahora
con la alegría de ser todo el camino cuesta abajo. En vez de volver por el
camino del adelfal, continuamos por el carril hasta el área recreativa, y este
nuevo tramo nos permite contemplar otros afloramientos de estratos rocosos,
alguna cueva y pináculos en difícil equilibrio, además de las inmejorables vistas
sobre el barranco del adelfal y los cerros que lo rodean. Una vez en el área
recreativa, tomamos el autobús para volver a Bedmar, y una vez aquí, unos
prefieren continuar el paseo para callejear y conocer un poco del pueblo,
mientras que el resto deciden descansar en alguna de las terrazas con una
refrescante bebida, acompañada de alguna vianda local y la compañía de los
amigos que han compartido nuestra ruta.
Fotografías: Manuel Mohedano Herrero
El vídeo de la ruta en:
http://www.youtube.com/watch?v=citzNeUTU68&feature=em-upload_owner
El vídeo de la ruta en:
http://www.youtube.com/watch?v=citzNeUTU68&feature=em-upload_owner